La gasolina ya estaba echada, sólo hizo falta una chispa para prenderme fuego.
No escribo desde hace dos días, y pasó de todo.
Bastó con que tres personas se metieran conmigo y me metieran en medio de una discusión, unas cuantas copas de vino, una cuchilla y una noche sola en casa para que todo pasara.
Al llegar mis padres, me vieron en el baño, toda ensangrentada y cortada. Llorando, oliendo a alcohol y drogada. No fue un intento de suicidio, ni mucho menos. Un brick de vino, ocho ibuprofenos, tres antidepresivos y cuatro ansiolíticos no pueden causar la muerte, y mucho menos los cortes (por más profundos que fueran); pero cuando me encuentro mal me gusta flirtear con la muerte, hacer equilibrio entre esa fina línea entre la cordura y la locura por la que siempre camino, y ver hasta dónde puedo llegar. Sinceramente me siento avergonzada, y no lo quiero recordar.
Simplemente espero que no se repita. No quiero hacer a mis padres pasar por todo esto otra vez. Seguro que esa imagen no se la van a olvidar en su vida, y lo peor es que ahora no me quieren dejar nunca sola, soledad que siempre disfruto y que tan bien me hace.
Además hoy quedé con mi ex, para terminar de hablar todo lo que quedaba por hablar, y de hecho, me dijo que me veía más delgada. Aunque a mí no me lo parezca, si me dicen eso normalmente me agrada, pero mi dismorfia llega hasta tal punto estos días que me lo tomé a mal; me veo tan, pero tan gorda que creo que me lo dijo para hacerme sentir bien, sin más. No es verdad, para nada. Estoy enormemente gorda.
¿Por qué no adelgazo o me mantengo si estoy comiendo menos? Ni puta idea.
Tengo ganas de volver a la universidad ya, esta monotonía va a acabar conmigo, en serio.
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