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viernes, 4 de septiembre de 2015

Anestesiada.

Hubo días en los que me llegué a tomar hasta 20 pastillas de un medicamento que me había recetado mi primer psiquiatra al principio de mi primer terapia (un momento, la busco en Google, porque sólo me acuerdo de la marca Lyrica).

Eso, "pregabalina". Al parecer una droga que muchos yonkis querían obtener en la farmaci falsificando recetas o falsificando enfermeddes, ya que en grandes cantidades era como una droga recreativa.

20 pastillas.

Digamos que lo experimenté en todo su esplendor.
Me sentía borracha, rara, con ganas de dormir, pero sobre todo, se me había olvidado todo por lo que estaba mal. Tomarlas fue un impulso; no pretendía morir, pero en esa época era todo así, al límite; porque ni pretendía morir ni tampoco pretendía vivir. Sinceramente, me daba igual absolutamente todo lo que me pasara, escuchaba a mis instintos autodestructivos y ya está. Evidentemente, si no hubiera parado, todo habría acabado mal. Mejor dicho todo habría acabado.

Todo eso fue allá por el 2012, dos años después de empezar a sentirme realmente mal. Desde esa fecha hasta ahora se puede decir que ha sido una subida y una bajada constante, pasando por las auto-lesiones a los vómitos, a la anorexia, a tomar demasiado alcohol, demasiadas pastillas, y todo lo que implique auto-destrucción.

Debo añadir que los Trastornos Alimenticios por los que pasé y paso no se deben al superficial propósito de ser delgada; ni mucho menos. Eso es algo que muchas personas no entienden. No se trata de eso, se trata, al menos para mí (no conozco la mente de otras personas) de expresar externamente el dolor que se siente dentro, de tener una meta, un propósito, un "cuando consiga estar así o asá seré feliz", una luz en el túnel, sumado a que la sensación de hambre te da cierta energía y felicidad indescriptibles y que el hecho de darse atracones-vomitar lo interpreto poéticamente como llenarse de todos los problemas comiendo todo lo que encuentre en la cocina y luego simbólicamente expulsarlos todos, y volver a sentirme vacía. Todo es mucho más de lo que se ve, y de lo que nos hacen creer.

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