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viernes, 18 de septiembre de 2015

Un agujero negro en el espacio.

Las cosas que me diferencian de un agujero negro son menos de las que me asemejan a uno.

Lo que quiero decir con esto es que, para poder llegar a una buena descripción de mí misma, sin decir ningún adjetivo (porque el problema con esto es que no se me puede definir; soy ese adjetivo y también su contrario) lo mejor es utilizar una metáfora.

Soy un agujero negro. Mientras los demás son estrellas, planetas, asteroides, lunas, unos más antiguos, otros más jóvenes, unos más fríos, otros más cálidos, con diferentes tamaños y colores, y con diferente cantidad de lunas o anillos a su alrededor, yo soy un vacío negro.

Un vacío atractivo, misterioso, donde no se sabe qué pasará, qué habrá al otro lado. Si te acercas demasiado, su magnetismo te atraerá; pero ten cuidado, es sólo para destruirte al final. Es una oscuridad que lo abarca todo, que quiere más y más, que atrae a todos los que se acercan y los sume en una profunda oscuridad.

Y, tristemente, es así. Todos los que se preocupan por mí o me quieren, caen en una espiral terrible de preocupaciones hacia mí, de no saber cómo actuar; porque un día quiero cariño y al otro día no quiero que me toquen, porque a veces la persona tiene que recordarme que está aquí para mí, que no me va a fallar aunque yo crea que sí, etcétera.

Y de verdad, lo siento mucho. Lo siento a todos aquellos que lograron aguantarme y a los que les di la espalda. Pero conmigo es un "o lo tomas, o lo dejas". Soy así, y me es imposible cambiar, porque es la sangre que corre por mis venas; está en cada célula de mi ser.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Conociendo la raíz del problema

Últimamente me he puesto a pensar, a raíz de todo lo sucedido estos últimos 4-5 años, en cuál puede haber sido el desencadenante, o cómo se creó mi estructura mental; no creo que se trate sólo de la química de mi cerebro, si no que hay algo más.

Siempre he sido muy curiosa y he querido ir más allá y saber la causa de los problemas que a primera vista son inexplicables. Imagínense mis ansias por descubrir algo cuya respuesta se haya en mí y en mis recuerdos. Debo realizar un gran esfuerzo y una enorme introspección, pero lo haré.

Desde que tengo memoria hay algo que siempre estuvo ahí que, aunque no conozca cómo funciona la cabeza de las personas mentalmente sanas, sé por conversaciones que lo mío no era del todo normal. Veamos. Siempre fui muy sensible, y desde el principio mi característica era la timidez y, sobre todo, la incapacidad de expresar mis emociones. Si desde siempre he notado y han notado que soy una persona muy (extremadamente) sensible; ¿Cómo es que de bebé ni siquiera lloraba? Eso era algo que a mis padres les llamaba mucho la atención. Yo era "la tranquila" de la familia. Si bien muchas madres se alarman porque tal vez su hij@ llora demasiado sin explicación, motivo suficiente para acudir al médico, lo mío era totalmente distinto. Tal vez ya desde pequeña sentía que no quería incordiar a los demás con mis sentimientos o deseos.

Teniendo en cuenta esta hipersensibilidad (cosa que nadie sabía, pero que yo sentía muy dentro de mí, como si cada gesto, cada palabra me doliera el triple que al resto), y que raramente lo expresaba, hay algo ahí que se fue guardando dentro de mí, haciendome daño, almacenándose para un día explotar.

Fuera de lo que yo llamaría la "base biológica" hubo un gran cambio en mi vida: mi padre se fue a España para intentar buscar trabajo y hacernos un digno hueco a mi hermana, mi madre y a mí para mudarnos allí (que ahora es aquí). Una vez conseguido, nos mudamos, dejando a toda la familia y a todos los amigos atrás. En esa época yo tenía unos 6 años, y si soy sincera no sabía muy bien lo que ocurría, como siempre, estaba en mi mundo.

Lo más dañino vino después, cuando llegué al colegio, totalmente distinto a lo que yo había vivido en Argentina. En Argentina se podría decir que yo era la "líder" y contaba con muchísimos amigos, siempre tenía familia que me apoyara desde cualquier ángulo, tíos y tías con los que jugaba porque eran casi de mi misma edad, primos, etcétera.
Al llegar a España todo cambió. Solo tenía a mi hermana, estaba completamente sola. En la escuela no me hacían bullying, eso era prestarme demasiada atención; me ignoraban por completo. No querían saber nada de mí, me miraban con desprecio, y cada cosa que yo decía la sentía como una tontería, una estupidez, por la reacción que causaba en los demás. Me empecé a sentir realmente inferior, al punto de pensar que no valía nada. Todo eso, si lo sientes desde los 6-7 años, te marca de por vida, aunque en tu vida adulta tus amigos te intenten demostrar lo contrario.

Si no fuera porque conseguí una amiga (también Argentina), el resultado habría sido seguramente peor. Nos aislaban, pero al menos ya éramos dos.

Cuando pasó un año en el que estuvimos en España, mi madre, mi hermana y yo volvimos a Argentina, dispuestas a no volver, aunque mi padre se quedara. No, mis padres no se habían separado ni nada, pero debido a que mi Mamá estaba pasando por una depresión muy, pero que muy fuerte (hace unos días me confesó que muchas veces estuvo a punto de tirarse del balcón, pero que hubo un "ángel" que la salvó) regresamos.
A los 10 días de regresar mi madre se dio cuenta de que había cometido un error, por lo que mi padre tuvo que volver a ahorrar matándose trabajando en España para que pudiéramos volver. Así, tres meses después ya estábamos de vuelta en España. ¿Cómo puede aguantar todo eso la mente de una niña pequeña? En fin. Aún no he acabado.

Tras volver, todo siguió más o menos igual, mi amiga argentina Catalina y yo, juntas contra el mundo, juntas contra España. Además, ella tenía cero personalidad y yo la podía moldear a mi manera, hacer que pensara como yo, hacer que se pegara a mí. ¿Recordáis que dije que nunca expresaba cómo me sentía? Bien, si lo hacía no era verbalmente, si no a través de otros medios. Hago alusión a esto porque me viene a la cabeza cuando mi madre me sorprendió haciendo un dibujo en Paint que ponía algo tipo "muerte a los españoles" y "viva Argentina" con muchos monigotes sangrando y muertos, y dos monigotes con cara triunfante y malvada. Recuerdo que pensaba imprimirlo y pegarlo en el colegio. Estaba en tercero de primaria, ja, ja.

Cuando empezó la secundaria, mi amiga y yo íbamos a ir al mismo instituto, y de hecho fuimos, pero me abandonó. Me dejó de hablar y se fue con otras amigas. Estuve sola muchísimo tiempo, hasta que conocí a una chica francesa con la que congenié increíblemente bien. A los dos meses volvió a Francia. No me quedaba otra que intentar hacerme amiga de dos chicas de la clase que parecían más o menos decentes, aunque un poco manipuladoras e hijas de p*ta. Ahí si se podría decir que me hicieron bullying; hablaban mal de mí a mis espaldas, me utilizaban, me manipulaban, etc. Pero yo me dejaba, porque no quería perder más amistades, hasta que me harté.
¡Ah! me olvidé de nombrar a otra amiga argentina, Solange, que tuve unos meses, no teníamos muchas cosas en común pero era buena persona, sólo que... Adivinen: volvió a Argentina o a no sé dónde y nunca más supe de ella.

En fin; abandonos, abandonos, y más abandonos. Y más soledad. Todo eso reforzaba la poca autoestima que me tenía, y eso llevaba a que dijera que amaba la soledad y que yo no necesitaba a nadie; como siempre negando mis sentimientos, guardándolos bien dentro de mí.
A veces incluso me daban picos de alta autoestima y me decía que yo era la mejor, que eran todos inútiles (el nacimiento de mi odio hacia la humanidad) que no era más que un claro reflejo de mi tristeza y la soledad que sentía.

Mientras tanto, mi hermana tenía su grupo de amigas, al que se tuvo que resignar a presentarme ya que me iba a morir del asco estando tan sola. Siento que fui incluida a la fuerza en ese grupo; al final acabaron queriéndome, pero al principio se encerraban en un círculo a hablar y me dejaban fuera. Si me invitaban a alguna casa o a algún cumpleaños suyo, yo era la que sostenía la cámara y las grababa o les sacaba fotos. Yo era un trípode. Un fantasma. No era nada.

Paralelo a todo esto, siempre tuve a mi hermana. Sí, genial, pero por otro lado, siendo mi hermana mayor, siempre sentía que era ella la que hacía todo bien y que ella tenía total potestad para mandarme y para controlarme y moldearme. Eso también me hizo muchísimo daño, pero ella también sufrió muchas cosas que yo sufrí y se reflejó en sus trastornos que también arrastra hasta el día de hoy (lo sé, somos un completo desastre)

Poco a poco fui haciéndome un sitio, pero ya mi cabeza iba mostrando signos de cabecita trastornada; ya de por sí las relaciones que intentaba tener con otros chicos eran realmente inestables; un día quería a una persona hasta el punto de obsesionarme de manera enfermiza, y si lo conseguía y salía con él, no era capaz de durar más de uno o dos meses, porque acababa cansándome y queriendo estar sola. Si no conseguía salir con él, me deprimía de una forma impresionante y era incapaz de salir del pozo. Un momento, ¿por qué hablo en pasado? Esto me sigue pasando actualmente. Un día quiero a alguien, y al otro día no quiero ni que me toque.

Cuando quiero a alguien tengo tantísimo miedo a que me abandone que no lo puedo soportar. Cuando no quiero saber nada de la persona y prefiero estar sola, pasa un tiempo hasta que de nuevo siento una necesidad enorme de estar con alguien, y me siento inútil y sola, cuando casi siempre he sido yo la que ha auto-saboteado todas las relaciones que he tenido. Es paradójico y estúpido.

Es tan así que tengo casi 20 años y aún no he tenido una relación que durase más de cuatro meses. En fin, además de todo esto, empecé a beber alcohol muy pero que muy temprano: en principio, fue mi tío el que me emborrachó (y yo consentí) en una boda mezclando coca-cola con vino cuando yo tenía 10 años. Tres años después tuve la primera borrachera seria, de estas que por poco acaban en hospital. Así comenzó mi espiral de auto-destrucción. También me provoqué el vómito por primera vez por esas fechas, o tal vez con catorce años, pero de forma aislada. Fue después cuando se convirtió en un problema.

Todos los verdaderos problemas comenzaron por el 2011,cuando mi hermana, mi gran apoyo y a la vez la causa de muchos de mis problemas se fue un año entero a EEUU. Cuando se fue no sentí nada, sinceramente, pero al parecer, fue tan grande ese cambio, ese "abandono" percibido por mi subconsciente, y el hecho de encontrarme sola de verdad por primera vez lo que provocó que empezaran la depresión, la ansiedad y los cortes.

Quiero ser breve aquí porque no me gusta rememorar todo lo que sigo haciendo hasta el día de hoy: tuve mi período quasi anoréxico (porque llegué a pesar 47 kilos, teniendo un IMC de 17,9, comiendo solamente entre 600 y 700 kcal por día), hasta la bulimia, dándome atracones bestiales (tan pero tan frecuente que llegué a tener derrames en el ojo y a sangrar por la garganta), a abusar de las pastillas que me habían prescrito y mezclarlas con alcohol, a cortarme cada vez más fuerte sin importar qué podría pasar, hasta llegar a mi casa en el coche de la policía nacional por robar aún pudiendo permitírmelo (era una jodida tableta de chocolate, pero... cleptómana), y, bueno, promiscuidad por doquier, con hombres y mujeres.

En fin, es un pequeño (muy pequeño) resumen de mi vida, pero necesito poner todo en orden.


domingo, 6 de septiembre de 2015

La chispa.

La gasolina ya estaba echada, sólo hizo falta una chispa para prenderme fuego.

No escribo desde hace dos días, y pasó de todo.

Bastó con que tres personas se metieran conmigo y me metieran en medio de una discusión, unas cuantas copas de vino, una cuchilla y una noche sola en casa para que todo pasara.

Al llegar mis padres, me vieron en el baño, toda ensangrentada y cortada. Llorando, oliendo a alcohol y drogada. No fue un intento de suicidio, ni mucho menos. Un brick de vino, ocho ibuprofenos, tres antidepresivos y cuatro ansiolíticos no pueden causar la muerte, y mucho menos los cortes (por más profundos que fueran); pero cuando me encuentro mal me gusta flirtear con la muerte, hacer equilibrio entre esa fina línea entre la cordura y la locura por la que siempre camino, y ver hasta dónde puedo llegar. Sinceramente me siento avergonzada, y no lo quiero recordar.

Simplemente espero que no se repita. No quiero hacer a mis padres pasar por todo esto otra vez. Seguro que esa imagen no se la van a olvidar en su vida, y lo peor es que ahora no me quieren dejar nunca sola, soledad que siempre disfruto y que tan bien me hace.

Además hoy quedé con mi ex, para terminar de hablar todo lo que quedaba por hablar, y de hecho, me dijo que me veía más delgada. Aunque a mí no me lo parezca, si me dicen eso normalmente me agrada, pero mi dismorfia llega hasta tal punto estos días que me lo tomé a mal; me veo tan, pero tan gorda que creo que me lo dijo para hacerme sentir bien, sin más. No es verdad, para nada. Estoy enormemente gorda.

¿Por qué no adelgazo o me mantengo si estoy comiendo menos? Ni puta idea.

Tengo ganas de volver a la universidad ya, esta monotonía va a acabar conmigo, en serio.


viernes, 4 de septiembre de 2015

Anestesiada.

Hubo días en los que me llegué a tomar hasta 20 pastillas de un medicamento que me había recetado mi primer psiquiatra al principio de mi primer terapia (un momento, la busco en Google, porque sólo me acuerdo de la marca Lyrica).

Eso, "pregabalina". Al parecer una droga que muchos yonkis querían obtener en la farmaci falsificando recetas o falsificando enfermeddes, ya que en grandes cantidades era como una droga recreativa.

20 pastillas.

Digamos que lo experimenté en todo su esplendor.
Me sentía borracha, rara, con ganas de dormir, pero sobre todo, se me había olvidado todo por lo que estaba mal. Tomarlas fue un impulso; no pretendía morir, pero en esa época era todo así, al límite; porque ni pretendía morir ni tampoco pretendía vivir. Sinceramente, me daba igual absolutamente todo lo que me pasara, escuchaba a mis instintos autodestructivos y ya está. Evidentemente, si no hubiera parado, todo habría acabado mal. Mejor dicho todo habría acabado.

Todo eso fue allá por el 2012, dos años después de empezar a sentirme realmente mal. Desde esa fecha hasta ahora se puede decir que ha sido una subida y una bajada constante, pasando por las auto-lesiones a los vómitos, a la anorexia, a tomar demasiado alcohol, demasiadas pastillas, y todo lo que implique auto-destrucción.

Debo añadir que los Trastornos Alimenticios por los que pasé y paso no se deben al superficial propósito de ser delgada; ni mucho menos. Eso es algo que muchas personas no entienden. No se trata de eso, se trata, al menos para mí (no conozco la mente de otras personas) de expresar externamente el dolor que se siente dentro, de tener una meta, un propósito, un "cuando consiga estar así o asá seré feliz", una luz en el túnel, sumado a que la sensación de hambre te da cierta energía y felicidad indescriptibles y que el hecho de darse atracones-vomitar lo interpreto poéticamente como llenarse de todos los problemas comiendo todo lo que encuentre en la cocina y luego simbólicamente expulsarlos todos, y volver a sentirme vacía. Todo es mucho más de lo que se ve, y de lo que nos hacen creer.

Blanco, negro, blanco.

Bueno.
Voy a cambiar un poco el tono de la anterior entrada, a fin de estar un poco positiva, por lo menos para sentirme mejor. Después de todo éste y no otro es el propósito de este blog.

Esto de ser diferente al resto puede tomarse desde una perspectiva un poco más optimista. Estar tan sola después de todo puede ayudarme a encontrarme. Estoy dibujando y pintando más, leyendo más, escribiendo más. Eso también es una muestra de que los antidepresivos no me funcionan, ya que normalmente me coartaban la creatividad, me la anulaban, me la ahogaban.

No me importaba porque me bastaba con sentirme bien, eso es lo primordial, no me iba a quejar.
Aprovecharé este mes de locura y creatividad ya que el siguiente recomenzaré la terapia, y probarán otras drogas conmigo, o al menos otras dosis. En este blog iré contando mi viaje; durante este mes en contraste con el que viene, octubre, un mes difícil para mí también porque es el mes de mi cumpleaños.
Y no sé por qué motivo, pero alrededor de mi cumpleaños me vuelvo bastante depresiva. Tampoco me gusta que me hagan fiestas o regalos, me siento culpable; como que la gente se está tomando una molestia que no desean tomarse sólo porque "deben hacerlo" y "para quedar bien". Nunca interpreto que lo hagan porque me quieran o porque de verdad quieran regalarme algo o festejar mi nacimiento. Jajajaja. Nadie haría eso por mí.
Tengo una gran desconfianza hacia todo el mundo que me rodea, creo que la gente es simpática sólo porque es lo que se debe hacer, pero que, en realidad, molesto y soy aburrida, y nadie quiere tener nada que ver conmigo.
De hecho, cuando tengo un novio o hago nuevos amigos, en cuanto veo que no me responden por unos minutos a un mensaje que les he enviado, o cuando me cambian algún plan que he hecho con ellos me empiezo a preguntar "¿Qué he hecho mal? Ya la he vuelto a cagar. Nadie me quiere, todos me abandonan. Seguro que todos están en contra mía de forma secreta."
Todos esos pensamientos me hacen mucho daño, y de ello deriva el hecho de que nunca quiera contar como me siento a nadie, porque no quiero ser una molestia, ni ser pesada. Prefiero no preocupar a nadie con mis problemas, porque, después de todo son sólo míos y yo me debo hacer cargo, ya que en realidad todo el mundo mira por sí mismo. Somos todos egoístas, a nadie le importa nada del otro, mientras no le afecte de forma negativa o positiva, les da exactamente igual.

Este tipo de pensamientos me vienen de forma recurrente, obsesiva y repetitiva cuando estoy en las épocas donde me encuentro peor; hasta tal punto de desconfiar de mis propios padres y de pensar que no me quieren, y que no quieren saber nada de mi, o que al menos no les importa un carajo cómo me sienta.

Por otro lado, cuando me siento genial conmigo misma pienso que nadie me merece, que yo soy genial y que todos me admiran, que ven que soy distinta, que intimido o que tengo un don especial. Que soy increíblemente hermosa y que voy a hacer grandes cosas en la vida.

En fin... ¿Hay alguien que me entienda?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Prefiero sentir dolor a no sentir nada en absoluto.

El período por el que estoy pasando ahora es el de vacío completo. De verdad, prefiero mil veces más la felicidad extrema y hasta agotadora (como es obvio) o incluso la tristeza profunda y oscura, llena de pensamientos intrusivos. Este vacío me está matando poco a poco. Me siento extraña. Me aburro, me siento sola. Me duermo, me despierto, desayuno, me vuelvo a dormir, me despierto, miro un poco la tele, leo, escribo, como, me vuelvo a dormir. Y para colmo, estoy comiendo como una cerda, y no me gusta nada mi cuerpo. Quiero volver a mis 47 kg o, al menos, a los 50. Pero lo peor es que no, este vacío no me deja ni siquiera restringir mis comidas o comer menos sin que me afecte. Si ahora como menos o al menos lo intento el vacío me puede y termino comiendo en un intento fallido de llenar ese hueco emocional. Luego, eso si, si me paso demasiado intentando llenarlo, lo elimino todo en el baño más cercano.

Necesito un próposito, algo que me mueva. Cada vez tengo menos pasiones, menos actividades, personas o lugares que me hagan vibrar, que me hagan sentir viva. Para esto último sólo me queda la autodestrucción.
No obstante todo lo dicho, lo ideal sería que disfrutara de mi existencia o de mi vida estando contenta con lo que tengo, sin necesidad de estímulos externos para tener ganas de vivir. Suelo decir que "cuando pierda peso estaré más contenta" "cuando empiece el 25 de septiembre 3ero de Criminología y me vaya a la residencia sola, sin padres y con mucha fiesta y amigos estaré feliz" "Cuando me saque el carnet de conducir ya estaré bien" "Cuando conozca a alguien que me guste de verdad, a quien ame, sea hombre o mujer, seré feliz del todo y todos mis problemas se irán." Pero, la verdad es algo distinta: si el problema está DENTRO  de mi, no hay nada externo que lo quite. Los antidepresivos y ansiolíticos solían funcionar, pero ya no. Tal vez es mi culpa por beber alcohol (demasiado, tal vez) todas las noches que estuve en Francia (2 meses enteritos, bebiendo CADA noche) pero eso es algo que no quiero reconocer.

Escribir suele ayudar, me encuentro conmigo misma, expreso mis emociones sin importar quién me lea o me deje de leer.

Ya ni siquiera me importa si eres alguien que conozco y me estás leyendo, nada me puede dar más igual. Después de todo soy 100% sincera, soy  100% yo, y esto es lo que hay. Si no te gusta, ahí tienes la puerta; lárgate.

Ya tengo suficiente con lo que me juzgo yo a mí misma.

martes, 1 de septiembre de 2015

Vuelta a casa

Qué sentido tiene todo. Estoy de vuelta en casa, pero no siento como si lo estuviera. Me siento como un pez fuera del agua, me siento extraña. Me siento insensible. Creo que los antidepresivos no están funcionando bien. Ya no me curan la depresión, la ansiedad y la disociación, pero sin embargo me hacen insensible, neutra, sin capacidad de llorar, pero tampoco puedo reír, nada me emociona, todo me da exactamente igual. Rindo bien un examen que llevaba preparando desde hace mucho, no me impacta. Voy a llegar tarde a un sitio importante, tampoco me afecta, y sigo con mi tranquilidad y neutralidad de muerta.

Sólo espero que pase este mes mortífero de forma rápida para poder empezar terapia. Es la primera vez que quiero, todas las anteriores había ido obligada y a todas las terapias dejé de ir, pero esta vez veo que es mi única alternativa. Necesito ir, o si no, perderé la cabeza por completo.

Me quedo con poca batería, más tarde seguiré escribiendo.